XIII

- Estoy cansada.
- ¿De ésos?
- De todos vosotros.
- Ah.
- Ellos me han dado las más grandes pruebas de amor...
Cósimo escupió.
- ... Pero no me bastan.
Cósimo alzó los ojos hasta ella. Y ella:
- Tú no crees que el amor sea entrega absoluta, renuncia de uno mismo...
Estaba allí en el prado, hermosa como nunca, y la frialdad que endurecía apenas sus rasgos y el altivo porte del cuerpo habría bastado muy poco para disolverlos, y volverla a tener entre los brazos... Podía decir algo, Cósimo, cualquier cosa para ir hacia ella, podía decirle: "Dime lo que quieras que haga, estoy dispuesto...", y habría vuelto la felicidad para él, la felicidad juntos, sin sombras. En cambio dijo:
- No puede haber amor si no se es uno mismo con todas sus fuerzas.
Viola hizo un movimiento de contrariedad que era también de cansancio. Y sin embargo, aún habría podido entenderlo, como de hecho lo entendía, es más, tenía en la punta de la lengua las palabras para decir: "Tú eres como yo te quiero..." y enseguida subir con él... Se mordió un labio. Dijo:
- Sé tú mismo solo, entonces.
"Pero entonces ser yo mismo no tiene sentido...", esto era lo que quería decir Cósimo.
En cambio dijo:
- Si prefieres a esos dos gusanos...
- ¡No te permito que desprecies a mis amigos! - ella gritó, y todavía pensaba: "A mí me importas sólo tú, sólo por ti hago todo lo que hago."
- Sólo yo puedo ser despreciado...
- ¡Tu manera de pensar!
- Soy una sola cosa con ella.
- Adiós entonces. Me marcho esta misma noche. No me volverás a ver.

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