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Mostrando entradas de marzo, 2013

Paris, je t'aime

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Escucha, hay veces en que la vida te pide un cambio, una transición, como las estaciones.  Nuestra primavera fue maravillosa, pero ahora ya ha terminado el verano, hemos dejado pasar nuestro otoño y ahora de repente hace tanto frío, tanto frío que todo se está congelando a nuestro alrededor. Nuestro amor se ha dormido y la nieve lo ha tomado por sorpresa. Pero si te duermes en la nieve, no oirás la llegada de la muerte, cuídate.

VI

Cuando tengas un día verdaderamente malo, duerme: Ya que es malo al menos pásalo inconsciente.

El sueño de la muerte

Tú, escucha. Érase una vez, bajo las antiguas estrellas de la noche, que un príncipe encontró a una niña que vivía entre los huesos de los muertos. Una criatura rara y peligrosa, que atraía las más diversas oscuridades. Una niña perversa. Una niña preciosa. Nacida con el asesinato en la sangre. No debería haberla encontrado. El príncipe no era un buen hombre. No era bueno porque se sentía solo. E impulsado a hacer cosas desesperadas, en nombre de su corazón. Y su corazón le llevó a jugar a un juego. Y a tomar a la niña... ... Y a tomar a la niña... ... hasta que fue suya.

Ligeros libertinajes sabáticos

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"No debes dudar nunca ante el placer, o el placer se burlará de ti si se le antoja."

Calcetines

Hay días en los que uno no debería levantarse de la cama que tan bien le trata; al fin y al cabo no todos los días somos valiosos para la humanidad o para el mundo, diría incluso que hay ciertos días en los que somos una molestia y que la propia vida nos lo hace ver a codazos: que no hay sitio... Pero qué le vamos a hacer, tampoco nos deja hacerlo; es obligatorio levantarse y hacer el paripé quieras o no, aunque no seas más que una molestia y luego se queje.  Pero eso de quedarse en la cama, no. Lo que no llego a entender es cómo somos capaces de empujar a alguien hacia "su" rinconcito de vida (y lo meto entre comillas, porque poco suyo será si necesita ser empujado, pero vaya) y juzgarle, presionarle y tratar de condicionarle y hacerle volver al redil cada vez que intenta sacar un pie... y, más aún, sorprendernos cuando creemos que todo eso ha funcionado y de repente ese redil no era más que una tapadera para que le dejásemos tranquilo. Y es que el Bien y el Mal hace

Rojitas las orejas

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Tengo ronca el alma de quererte en esta soledad llena que me ahoga; tengo los ojos llenos de luz de imaginarte y tengo los ojos ciegos de no verte; tengo mi cuerpo abandonado al abandono y tengo mi cuerpo tiritando de no poder tocarte; tengo la voz tosca de hablar con tanta gente y tengo la voz preciosa de cantarte; tengo las manos agrietadas de la escarcha y tengo las manos suaves de en el cielo acariciarte; tengo soledad, luz, alegría, tristeza,  rebeldías, amor, sonrisas y lágrimas...