El alma del mundo

Muchos hombres han vivido conforme a sus instintos o sus emociones, a las tradiciones y costumbres de su sociedad, sin haber decidido por sí mismos, sin que su inteligencia se haya emocionado ante la belleza del saber o su corazón se haya estremecido por la alegría del don. Experimentaron pequeños placeres, pero no grandes alegrías. Vivieron unos amores tranquilos, pero jamás esos que desgarran el corazón y lo engrandecen hasta las dimensiones del mundo. Saciaron su hambre sin conocer el éxtasis del alma ante lo Bello y lo Verdadero. Aprendieron un oficio y se ganaron la vida, pero quizá jamás descubrieron esa actividad que les hubiera entusiasmado. Y cuando les llegue la hora de la muerte, se preguntarán: "¿Para qué vivir? ¡La existencia no tenía ningún sentido!"

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