Lo siento ahora, siempre, una presión firme sobre todo el cuerpo, como si me tuvieran sujeta en una prensa de flores. Temo que suene el teléfono: una voz me lo dirá aunque yo no esté lista, aunque no haya encontrado un lugar, aunque no sepa que pasará con él, a dónde irá. Siempre pensé que guardaba una salvación para él, oculta, incluso ante mis propios ojos, dentro de mí. Pero no sé quién será él entonces, cuando suene el teléfono, dónde estará, no tengo nada que darle, ni una red, ni siquiera un cielo para salvarlo. Me enseñó el mundo, la noche, el sueño, el cuerpo el cuerpo del hombre en toda su belleza y su terror, él dispuso ese paisaje para que yo regresara a él a través suyo, y yo volveré para darle cuanto me dio: el mundo, la noche, el sueño, la belleza, el terror.