Finales de noviembre 2014
Como las estaciones hace tiempo que se extinguieron y resulta que, casi sin darnos cuenta, estamos ya en Navidad, no está de más sorprenderse por la aparición de todas esas lucecitas, que comienzan hoy mismo a guiñar al unísono. El problema llega al sacudirse un poco la magia del abrigo, pensando en el dineral que se gasta en luz y blábláblá, por eso a veces no sé si es mejor seguir el sendero de los Reyes Magos con una venda en los ojos y permitiendo que nos guíen a otro país de purpurina, o toquetear la realidad, gruñir suavemente y poner cara de indignado con el paisaje de la ciudad. Algunos se preocupan al detalle de la decoración de sus chimeneas, por lo que pueda caer por ellas. Ya sean regalos o no, las caídas siempre hacen su ruido. Un ruido que se contagia como una energía nueva, como un aplauso que comienza a expandirse en una sala. Un ruido indefinido, equidistante, que no duerme.
Apaguemos la luz, alcemos la voz.
Apaguemos la luz, alcemos la voz.
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