A volar

Es curioso cómo los pintores pueden pasarse la vida de boceto en boceto hasta que encuentran a su musa, y cómo al encontrarla les brota la inspiración desde lo más recóndito del subconsciente, especialmente cuando a los escritores les pasa todo lo contrario.

Se dice que para que un escritor dé a luz una buena obra debe estar necesariamente deprimido, nostálgico, drogado incluso... y hay quien lo cree, hay quien verdaderamente cree que la felicidad pone freno al flujo de palabras de un escritor.


Cuando un niño escritor crece y aprende sus primeras palabras, les da forma... y las paladea con ansia porque por fin "entiende"... un muro se derrite en su interior y nace un pequeño arroyo que le acompaña toda su vida. Siempre la verá a través de las palabras: unas veces las lluvias de su alma harán de ese riachuelo un torrente tormentoso que arrase todo lo que encuentre a su paso, que todo lo borre y lo destruya y en cambio otras veces el sol iluminará una misteriosa sonrisa que ralentice el curso de las aguas hasta hacer quedar a nuestro escritor sin palabras.


Pero un río nunca deja de fluir.

Al igual que un pintor siempre acabará descubriendo la superficie idónea donde plasmar sus figuras, quizá sus colores y formas; aunque no disponga de medios un pintor de cuna dará con aquello que necesite para trazar su camino, mientras su musa camina a su lado para recogerle si se le caen los pinceles.




La musa de los escritores es más esquiva, no en vano a veces a las palabras cuesta encontrarlas y en muchas ocasiones hay que ganárselas.

Ella se esconde tras el fondo vidrioso de una botella, va y viene con la brisa en una noche de verano, baila al susurro de las hojas al caer, se abriga bajo las mantas o con el crepitar de las llamas en una hogareña chimenea, trepa a los tejados más recónditos y, aunque camine a "su" lado, muchas veces no puede evitar descalzarse y corretear por un prado frondoso o pararse a oler una flor... y no es fácil encontrar las palabras que la hagan volver.

Definitivamente los artistas son personas de una pasta especial que pueden pasarse la vida entera de boceto en boceto o de borrador en borrador sin que una sola de sus creaciones vea la mirada pública, o emplear gran parte de esa misma vida aprendiendo a manejar su arte para poder enriquecerlo cuando llegan al final.

Los pintores pueden estudiar en las mejores escuelas o formarse en la belleza de las calles pero al final de su vida todos logran sobrepasar lo establecido y aportar su granito de arena para embellecer la vida de los que no tenemos "el don".

Y a los que no lo tengamos, al menos siempre nos quedará el consuelo desaprender todo lo que sabemos y aprender a pintar saliéndonos de la raya... y será aposta.

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