El hombre que fue Jueves
-¿Es usted el nuevo recluta? -preguntó el jefe invisible, que parecía saberlo todo acerca de él-. Bien, queda admitido.
Syme, confundido, se resistió débilmente contra esa frase irrevocable.
-En realidad no tengo experiencia -comenzó.
-Nadie tiene experiencia -dijo el otro- de la batalla de Armagedón.
-Pero carezco de preparación...
-Posee la voluntad, eso es suficiente -dijo el desconocido.
-Bueno -dijo Syme-, francamente no conozco ninguna profesión en la que sólo la voluntad capacite para su ejercicio.
-Yo sí -dijo el otro-, la de mártir. Le estoy condenando a muerte. Que tenga un buen día.
Syme, confundido, se resistió débilmente contra esa frase irrevocable.
-En realidad no tengo experiencia -comenzó.
-Nadie tiene experiencia -dijo el otro- de la batalla de Armagedón.
-Pero carezco de preparación...
-Posee la voluntad, eso es suficiente -dijo el desconocido.
-Bueno -dijo Syme-, francamente no conozco ninguna profesión en la que sólo la voluntad capacite para su ejercicio.
-Yo sí -dijo el otro-, la de mártir. Le estoy condenando a muerte. Que tenga un buen día.
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