Ahora bien, he tardado años en comprender de dónde sacaba aquella extraordinaria fuerza de carácter que la distanciaba del común de las gentes y la convertía en un ser cuya vitalidad e inventiva parecían inagotables. Creo que se debía sobre todo a la peculiar gracia con la que el cielo la había aureolado en su nacimiento: la de tomar, de forma literal, sus deseos por realidades. Aquella propensión de su naturaleza, que la inclinaba, como a los niños, a privilegiar lo imaginario por encima de lo real y a adoptar la mayoría de las veces un comportamiento contrario a las normas establecidas, era una constante fuente de sorpresas para sus allegados. [...] Sin lugar a dudas, podía volverse implacable cuando estimaba que sus derechos fundamentales estaban siendo amenazados. Dado que tenía una aguda sensibilidad y gozaba de una viva imaginación para todo aquello que fuese susceptible de herirla, resultaba prácticamente imposible sorprenderla bajando la guardia. Bastaba una frase to...