Roxana, adiós, voy a morir... Por ti, mi encanto, rebosa el corazón amor inmenso; y muero, y mis miradas codiciosas, festín supremo de mis ojos ebrios con tu beldad... ya nunca al vuelo besarán tu menor gesto. Todos hoy los refleja, enardecido, en trance tan cruel, mi pensamiento; y uno entre los demás: el que te es propio al acercar los primorosos dedos a la frente... Y ansío gritar, y grito: ¡Adiós!... Mi dueño... mi dicha... mi tesoro... De mis recuerdos ni un punto se alejó tu bella imagen, porque soy, y seré después de muerto, quien te ama, quien por ti...