Hay días en los que uno no debería levantarse de la cama que tan bien le trata; al fin y al cabo no todos los días somos valiosos para la humanidad o para el mundo, diría incluso que hay ciertos días en los que somos una molestia y que la propia vida nos lo hace ver a codazos: que no hay sitio... Pero qué le vamos a hacer, tampoco nos deja hacerlo; es obligatorio levantarse y hacer el paripé quieras o no, aunque no seas más que una molestia y luego se queje. Pero eso de quedarse en la cama, no. Lo que no llego a entender es cómo somos capaces de empujar a alguien hacia "su" rinconcito de vida (y lo meto entre comillas, porque poco suyo será si necesita ser empujado, pero vaya) y juzgarle, presionarle y tratar de condicionarle y hacerle volver al redil cada vez que intenta sacar un pie... y, más aún, sorprendernos cuando creemos que todo eso ha funcionado y de repente ese redil no era más que una tapadera para que le dejásemos tranquilo. Y es que el Bien y el Mal hace